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Atrás quedan los tiempos en que las ciudades eran consideradas como moles, más o menos organizadas, de cemento, acero y cristal. El concepto actual de ciudad se ocupa de intercalar entre esos elementos inertes espacios para la confluencia y la convivencia social, lugares que aportan a la ciudadanía múltiples beneficios y la conectan con la naturaleza y el medio ambiente. Se trata de los parques y jardines urbanos, espacios verdes que, lejos de ser localización estáticas y artificiales, ofrecen a la sociedad un vínculo con la naturaleza, la biodiversidad y el medio ambiente. Estos oasis naturales acogen plantas, insectos, aves, mamíferos… que se organizan en un delicado equilibrio biológico, y funcionan además como captadores de gases de efecto invernadero, y en cierta medida, como purificadores del aire.
Sin embargo, además de esta función ambiental, cumplen también un relevante papel social al ser zonas de esparcimiento, de ocio, lugares donde relacionarse con las personas con las que cohabitamos. O lo contrario, aportan silencio, tranquilidad, introspección… permiten un acercamiento a nuestro yo más íntimo entre veredas y vericuetos boscosos. En muchos casos, estos parajes verdes custodian, conservan, y atesoran vestigios de épocas pasadas, paredes musgosas o espléndidos palacetes, estanques o pajareras, que aportan un valor añadido a la experiencia de disfrutar de un parque urbano.
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